3 de Febrero de 2014

3 de Febrero de 2014
Oligisto oteando el cielo

sábado, 4 de octubre de 2014

El diluvio desde las naves (11)

11. El diluvio desde las naves

Aunque los nefilim estaban preparados para el Diluvio, su llegada fue una experiencia aterradora. «El ruido del Diluvio… hizo temblar a los dioses». Pero, cuando llegó el momento de dejar la Tierra, los dioses, «dando la vuelta, ascendieron a los cielos de Anu». La versión asiría de Atra-Hasis dice que los dioses utilizaron el rukub ilani («carro de los dioses») para escapar de la Tierra. «Los Anunnaki elevaron» sus naves espaciales, como antorchas, «iluminando la tierra con su resplandor».

En órbita alrededor de la Tierra, los nefilim vieron una escena de la destrucción que les afectó profundamente. Los textos del Gilgamesh nos cuentan que, cuando la tormenta creció en intensidad, no sólo «uno no podía ver a su compañero», sino que «tampoco se podía reconocer a la gente desde los cielos». Apiñados en su nave espacial, los dioses se, esforzaban por ver lo que estaba sucediendo en el planeta del cual acababan de despegar.

Los dioses se encogieron como perros,
se agacharon contra la pared exterior.
Ishtar gritó como una mujer de parto:
«Los días de antaño se han convertido en barro»…
Los dioses anunnaki lloraban con ella.
Los dioses, abatidos todos, se sentaron y lloraron;
tenían los labios apretados… uno y todos.

12. El llanto de los nefilim

Los nefilim ascendiendo en varias naves pudieron ver la destrucción de la humanidad. Pero la situación dentro de sus propias naves tampoco era muy estimulante. Parece ser que tuvieron que repartirse entre varias naves espaciales; la Tablilla III de la epopeya de Atra-Hasis describe las condiciones a bordo de la nave donde los anunnaki compartían alojamiento con la Diosa Madre Ninhursag.

Los Anunnaki, grandes dioses,
se fueron sentando sedientos, hambrientos…
Ninti lloró y dejó salir sus emociones;
lloraba y aliviaba sus sentimientos.
Los dioses lloraban con ella por la tierra.
Ella estaba abrumada por el dolor,
tenía sed de cerveza.
Donde ella se había sentado, se sentaron los dioses llorando;
amontonándose como ovejas en un abrevadero.
Tenían los labios febriles por la sed,
y sufrían retortijones a causa del hambre.


La misma Ninhursag, estaba conmocionada por tan completa devastación, y se lamentaba por lo que estaba viendo:


La Diosa vio y lloró…
tenía los labios cubiertos de calenturas…
«Mis criaturas se han convertido como en moscas,
llenan los ríos como libélulas, el retumbante mar se ha llevado su paternidad».

13. Las naves nefilim

El hecho de que el mismísimo emperador del 12º planeta, Anu, estuviera presente en las asambleas indica que este planeta estaba dentro del cinturón de asteroides, próximo a la Tierra, y claro, esta proximidad fue una causa (junto a las manipulaciones climáticas de la Tierra de los nefilim, según ordenes de Enlil) del diluvio.

Las órdenes de la autoridad nefilim eran claras: abandonad la Tierra, «ascended al Cielo».

Enlil y Ninurta, con la élite de los anunnaki (los anunnaki son los nefilim establecidos en tierra) de Nippur estaban en una nave espacial, planeando, encontrarse con la nave principal de Anu.
En otra nave, Ninhursag y su grupo de anunnaki dudaban de las ordenes de Anu. Obligados a abandonar la Tierra, se habían dado cuenta, de pronto, del apego que habían llegado a sentir por el planeta y por sus habitantes. Ninhursag, la mujer con mayor rango, sufría por la humanidad


«¿Debo ascender al Cielo,
para residir en la Casa de las Ofrendas,
donde Anu, el Señor, me ha ordenado ir?»

En otra nave, Ishtar gritaba: «Los días de antaño se han convertido en barro»; los anunnaki que estaban en su nave «lloraban con ella».
Enki, estaba también en otra nave o, de lo contrario, habría descubierto a los demás que se las había ingeniado para salvar la humanidad. Tenía motivos para sentirse menos pesimista, pues había planeado el encuentro en el Ararat, habiendo dado ordenes al «Barquero» llamado Puzur-Amurri («occidental que conoce los secretos») que guiara el submarino secreto hacia este destino. La versión del Diluvio de Beroso, también contiene la confirmación de que Sisithros recibió instrucciones para «navegar inmediatamente hasta Armenia» al país del Ararat.

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Posteriormente finalizado el diluvio, tras el encuentro de los nefilim con los tripulantes del submarino, los supervivientes humanos, (aunque hubo otros en América) Enlil tomó la rápida decisión de hacer las paces con la Humanidad. Un factor que pudo pesar pudo ser la progresiva retirada de las aguas del Diluvio y la aparición de tierra seca y de vegetación sobre ella. Los nefilim, aunque previeron el diluvio, temieron que la Tierra quedara definitivamente inhabitable, como ocurrió con Marte. Cuando aterrizaron en el Ararat, vieron que la Tierra seguía siendo habitable y, para vivir en ella, necesitarían al hombre.

14. Las poco naturales glaciaciones

Fueron milenios de plagas para el planeta Tierra, unas graves sequías precedieron al diluvio; fue la sentencia de Enlil para los humanos, y además ordenó que ocurrieran mediante fenómenos naturales.

Estos fenómenos sólo podrían ser importantes cambios climáticos, cambios que podemos relacionar con las periódicas glaciaciones y épocas interglaciales que han dominado el pasado inmediato del planeta. La reducción de las precipitaciones, el descenso del nivel del agua en mares y lagos, y la desecación de las fuentes de agua subterránea eran las señales de identidad de una glaciación inminente. De modo que las glaciaciones y los periodos interglaciales fueron manipulaciones de la naturaleza de los nefilim obedeciendo a Enlil.

Dado que el Diluvio, que terminó abruptamente con estos trastornos, vino seguido por la civilización sumeria y el actual período postglacial, la glaciación en cuestión sólo pudo ser la última. Los acontecimientos del Diluvio nos hablan del último período glacial de la Tierra y de su catastrófico final.

El último período glacial comenzó hacia el 73.000 a.C y experimentó un minicalentamiento hacia el 38.000 a.C.. Hacia el 36.000 a.C., sobrevino un período más duro, más frío y seco. Es el periodo de los siete pasos. Y después, hacia el 11.000 a.C, el período glacial terminó abruptamente, dando entrada a nuestro actual clima suave.

Ubar-Tutu (Lamek), reinó desde el 75.000 a.C hasta el 47.000 a.C. y Ziusundra/Utnapistim (Noe), su hijo, desde este año a 11.000 a.C., es decir, hasta el diluvio.

15. El deshielo antártico

El Diluvio fue el resultado de la fusión en las aguas del Antártico de miles de millones de toneladas de hielo, trayendo con ello el fin repentino de la última glaciación. El súbito acontecimiento desencadenó una inmensa marea. Comenzando con las aguas del Antártico, se extendió hacia el norte por los océanos Atlántico, Pacífico e índico. El abrupto cambio de temperatura debió crear unas violentas tormentas acompañadas por torrentes de lluvia. Moviéndose más rápido que las aguas, las tormentas, las nubes y el oscurecimiento de los cielos debieron anunciar la avalancha de agua que se aproximaba.

Con el fulgor de la aurora
una nube negra se elevó en el horizonte;
en su interior, el dios de las tormentas tronaba.
Todo lo que había sido luminoso
se tornó oscuridad.
Durante un día sopló la tormenta del sur,
ganando velocidad mientras soplaba, sumergiendo las montañas…
Seis días y seis noches sopló el viento
mientras la Tormenta del Sur barría la tierra.
Cuando llegó el séptimo día,
el Diluvio de la Tormenta del Sur amainó.

Las referencias a la «tormenta del sur», al «viento del sur», indican con claridad la dirección desde la cual llegó el Diluvio, sus nubes y vientos, los «heraldos de la tormenta», moviéndose «sobre colinas y llanuras» hasta alcanzar Mesopotamia. Ciertamente, una tormenta y una avalancha de agua originadas en el Antártico alcanzarían Mesopotamia a través del Océano índico después de engullir las colinas de Arabia, inundando más tarde la llanura del Tigris y el Eufrates.

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